Son muchas las veces en nuestra vida en las que nos damos cuenta de que alguien muy cercano a nosotros desapareció sin decir adiós. Y no es eso lo malo, lo malo es que nos damos cuenta de que no están una vez ya no hay remedio y no podemos volver al pasado para recuperar el tiempo perdido. Esto es lo que me está ocurriendo en estos momentos, desde hace unas tres semanas alguien dejó mi vida y yo sin darme cuenta di por hecho que estaba ahí. La señorita "Onoria", como mi hermano la bautizó, dejó su casa y a toda aquella gente que la había estado cuidando desde su nacimiento, sin dejar ningún rastro, sólo el triste silencio que su hermano "Simonorio" crea en el ambiente continuamente.
Salir de casa y ver aquella silueta reflejada en la puerta era sinónimo de compañía, de vida, de alegría por tenernos el uno al otro. Esa carita sonriente dejaba a uno congelado y lo mantenía en estado de éxtasis durante unos segundos, hasta que el reloj marcaba la hora de zarpar.
Tampoco se puede olvidar tan fácilmente aquel momento de angustia que todos vivimos al quedarse "Simonorio" encerrado en el garaje. Fue ella misma la que corrió sin pensar en nada e hizo hincapié en que la familia está por encima de todo, aunque los culpables sean los que te han estado alimentando desde hace meses. Un sonido alarmante pedía su ayuda y ella debía estar allí, sin importarle su propia vida y su sitio en el lugar.
Siempre estaba ahí, a la llegada, a la salida, en los buenos momentos y en los malos momentos. Nunca aceptaba un no por respuesta, pero desgraciadamente no era feliz y debía cambiar todo aquello de alguna manera. Algunos deciden suicidarse dejando todo atrás y otros deciden escapar, en busca de una nueva vida que les brinde un poco de felicidad. Ella optó por la segunda opción.
"La vida es muy peligrosa, no por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa"
Albert Einstein (Científico alemán)
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