viernes, 22 de marzo de 2013

La casa del lago

Había llegado a una especie de estanque y me detuve a contemplar la danza de las flores en el agua cristalina. Con un poco de miedo, me dejé guiar hacia abajo y encontré aquello de lo que tanto habíamos hablado en numerosas ocasiones. Una pequeña casa, que podia haber sido un maravilloso cuadro comprado en la Sala Conca, brillaba en el centro de aquel paisaje. Era tan real como la vida misma.
Es difícil llegar a pensar que una personalidad ya formada podría modificarse ante tal acontecimiento, sin embargo, el arte de aquel lienzo natural podía hacer que el malo malísimo se convirtiera en el más bueno y que el bueno bonísimo fuera la mayor rata de la cloaca. Ese desbarajuste sólo se llegaría a entender adecuadamente mediante la confusión que los que vivían allí te hacían sentir.
Por un lado estaba el Señor Chop. Un hombre serio y muy correcto que vivía luchando día a día contra los obstáculos que esta vida iba colocando a su paso. Apenas reía cuando me llevaba en su carro y su mirada siempre mostraba desconcierto y soledad. Pero abrirse ante su mejor amigo en la casa era lo mejor que le podia pasar. "Sombrita", un gato regordete y muy simpático, siempre estaba en esos momentos de deliranza Choperil. Cada dos por tres era atropellado en las afueras por algún coche, pero las oraciones de su amigo Chop causaban el regreso del gatito una y otra vez como si nada hubiera sucedido. Eran muy buenos amigos y su afinidad no era algo de dos días.
Por otro lado estaba la casa en sí. Una casa que suministraba agua al resto del pueblo y que se mostraba como un gran adorno entre las montañas. Por las ventanillas se podían ver a ambos costados las laderas de las montañas y abajo, muy abajo, los increíbles precipicios, cuyo fondo apenas se vislumbraba. La chatarra olvidada por el ser humano ocultaba cualquier resquicio de claridad que aquel lago pudiera tener.
Al ritmo de "Hung Up" decidí dar un paseo por la casa y responder la llamada de mi curiosidad. Un solo movimiento en falso sobre aquella casa y tu alma podría quedar sepultada bajo la chatarra mágica. Sin hacer demasiado ruido, subí por una escalera y encontré a la "reina de la barrigota". Una pequeña gatita que estaba embarazada, pero cuya barriga crecía y crecía, y jamás desaparecía. El Señor Chop decía que podría estar enferma, ya que aquello no era normal. Pero hace unos días escuchó unos pequeños maullidos que provenían de alguna cuevita cercana. ¡Estamos de celebración!, gritaba la casa por los cuatro costados.
El día que tuve que zarpar me sentí vacío mentalmente. Hace mucho tiempo que no descubría un lugar como aquel. Espero poder volver a la casa del lago en breve.

"Ninguna casa debería estar nunca sobre una colina ni sobre nada. Debería ser de la colina. Perteneciente a ella. Colina y casa deberían vivir juntas, cada una feliz de la otra" 
Frank Lloyd Wright (Arquitecto estadounidense)

lunes, 4 de marzo de 2013

Obstáculos

Voy caminando por un sendero.
Dejo que mis pies me lleven.
Mis ojos se posan en los árboles, en los pájaros, en las piedras.
En el horizonte se recorta la silueta de una ciudad.
Agudizo la mirada para distinguirla bien.
Siento que la ciudad me atrae.
Sin saber cómo, me doy cuenta de que en esta ciudad puedo encontrar todo lo que deseo.
Todas mis metas, mis objetivos y mis logros.
Mis ambiciones y mis sueños están en esa ciudad.
Lo que quiero conseguir, lo que necesito, lo que más me gustaría ser, aquello a lo que aspiro, lo que intento, por lo que trabajo, lo que siempre ambicioné, aquello que sería el mayor de mis éxitos.
Me imagino que todo eso está en esa ciudad.
Sin dudar, empiezo a caminar hacia ella.
Al poco de empezar a andar, el sendero se hace cuesta arriba.
Me canso un poco, pero no importa.
Sigo.
Diviso una sombra negra, más adelante, en el camino.
Al acercarme, veo que una enorme zanja impide mi paso.
Temo... Dudo.
Me enoja que mi meta no pueda conseguirse fácilmente.
De todas maneras, decido saltar la zanja.
Retrocedo, tomo impulso y salto...
Consigo pasarla.
Me repongo y sigo caminando.
Unos metros más adelante, aparece otra zanja.
Vuelvo a tomar carrera y también la salto.
Corro hacia la ciudad: el camino parece despejado.

Me sorprende un abismo que detiene mi camino.
Me detengo.
Es imposible saltarlo.
Veo que a un lado hay maderas, clavos y herramientas.
Me doy cuenta de que están allí para construir un puente.
Nunca he sido hábil con mis manos...
... pienso en renunciar.
Miro la meta que deseo... y resisto.
Empiezo a construir el puente.
Pasan horas, días, meses.
El puente está hecho.
Emocionado, lo cruzo y al llegar al otro lado... descubro el muro.
Un gigantesco muro frío y húmedo rodea la ciudad de mis sueños...
Me siento abatido...
Busco la manera de esquivarlo.
No hay forma.
Debo escalarlo.
La ciudad está tan cerca...
No dejaré que el muro impida mi paso.
Me propongo trepar.
Descanso unos minutos y tomo aire...

De pronto veo,
a un lado del camino,
a un niño que me mira como si me conociera.
Me sonríe con complicidad.
Me recuerda a mí mismo... cuando era niño.
Quizá por eso me atrevo a expresar en voz alta mi queja.

-¿Por qué tantos obstáculos entre mi objetivo y yo?

El niño se encoge de hombros y me contesta.

-¿Por qué me lo preguntas a mí?

Los obstáculos no estaban antes de que tú llegaras...

Los obstáculos los trajiste tú.

Jorge Bucay (Psicodramatista, terapeuta gestáltico y escritor argentino) 

"Los obstáculos son esas cosas espantosas que ves cuando apartas los ojos de tu meta"
 Henry Ford (Empresario estadounidense, fundador de Ford)